Comentario
La insurrección de París, que había costado 1.500 muertos franceses, fue, como dice Latreille, un episodio que no alteró el avance aliado, pero sí dio un impulso aún mayor a la Resistencia, convirtiéndola en un elemento no despreciable de la política francesa, y demostrando que De Gaulle y el Partido Comunista tenían razón, cuando insistían en oponerse al invasor tras la derrota.
Añadamos que el comandante alemán de París, von Choltitz, que había recibido órdenes tajantes de Hitler de destruir totalmente París como represalia por el levantamiento, no obedeció. París se había salvado.
El 26 entraba en la capital de Francia De Gaulle, con el cometido de instaurar un gobierno. Los estadounidenses habían optado en su día por el general pronorteamericano Giraud, en vez de por el dictatorial y procomunista De Gaulle. Así mismo, antes de la invasión, sopesaron la idea de establecer un Gobierno Militar, Aliado, como en otros países ocupados, pero finalmente el poder fue entregado a De Gaulle, alma de la resistencia y recuperación de Francia (16). El día mismo de la invasión proclamó un Gobierno Provisional con De Gaulle al frente -éste seguía siendo comandante en jefe de las fuerzas armadas francesas-. De Gaulle se encargará inmediatamente de organizar el país, restableciendo su estructura administrativa anterior, y fijando elecciones (para abril y mayo de 1945).
El régimen de Pétain se había hundido. Este y Laval se salvaron huyendo a Alemania, donde fueron semi-internados (20 de agosto). La experiencia fascista directa de los franceses había concluido, Alemania perdía a uno de sus más ilustres "Quisling", y para los colaboracionistas comenzaban tiempos negros.
Mientras, los alemanes se retiraban. El cruce del Sena les había costado ingentes cantidades de material, abandonado, equivalente, según el general Dietrich, a una gran batalla perdida. Entre el 6 de junio y el 26 de agosto las bajas alemanas se acercaban al millón, entre muertos, heridos, enfermos, desaparecidos y prisioneros (210.000 estos últimos). De los aproximadamente 2.300 carros (según C. Wilmot), sólo 100-120 pudieron cruzar el río. En opinión del general Model, las divisiones acorazadas alemanas disponían tan sólo entre 5 y 10 carros cada una. Las unidades de infantería y artillería tenían sus dotaciones de armas muy reducidas. Era un desastre, del que los alemanes ya no se recuperarán. En agosto, por si fuera poco, otra amenaza se cierne sobre ellos por el sur.